sábado, 20 de junio de 2009

El jugador - Fedor Dostoievski

-Me juró que se arrojaría desde el Schlangenberg y me jura que está dispuesto a matar si se lo ordeno. En vez de todos esos asesinatos y tragedias, prefiero reírme. Obedezca sin replicar. Quiero ver cómo el barón le golpea a usted con el bastón.
-Me está usted provocando. ¿Me cree incapaz de hacerlo?
-Sí, le provoco; vaya ya: ése es mi deseo.
-Descuide, ya voy. Aunque no es más que una loca fantasía...


-Quelle mégère! -exclamó Des Grieux


Me ocurrieron cosas casi milagrosas -a mí personalmente siguen pareciéndomelo-, aunque a otro, sobre todo tomando en consideración el torbellino que me arrastraba, pueden parecerle simplemente poco comunes. Pero lo más milagroso para mí es mi propia actitud hacia aquellos acontecimientos. ¡Todavía no puedo comprenderlo! Y todo se desvaneció como un sueño, hasta mi pasión, a pesar de ser fuerte y auténtica, pero...¿qué se ha hecho de ella? Confieso que, a veces, una idea acude a mi mente: ¿No me habría vuelto loco entonces y no habré pasado todo este tiempo en un manicomio y, quizá, siga en él, y todo esto sea y continúe siendo nada más que una ficción?

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