miércoles, 31 de marzo de 2010

5070

Hoy un compañero me dice mientras salía de la Capilla del colegio: ¿Qué hacés vos acá, si ni siquiera creés?.
Es como yo pensaba, soy una hipócrita a la vista de la gente normal. Pero a la vista de la gente anormal (como yo) soy una persona común que ayuda en la capilla y las cosas religiosas.
Las iglesias, oraciones, canciones y todo eso, verdaderamente me dan mucha paz. Pero como le decía a mi amiga Luz hoy: he tratado de creer muchas veces, interiormente creo que sigo tratando, pero no puedo, no tengo fe.
Voy a seguir disfrutando de todo lo que te brinda un colegio religioso a pesar de no creer, porque me hace feliz.

martes, 30 de marzo de 2010

5060

Estoy ocupándome del Via Crucis en el colegio, con unos pocos compañeros. Ya sé lo que estás pensando: Lucie no cree en Dios. Y eso es parcialmente cierto: no es que no creo, el problema es que es tan probable que exista Dios como que una gelatina gigante sea capaz de dominar el mundo. Pero eso lo dejamos para otro momento, el tema ahora es ¿qué hago ayudando con el Via Crucis si no creo o soy agnóstica? Algunos me dirán hipócrita o caradura (oh, sí) pero la verdad es que me gusta colaborar y perder horas de clase. Porque de verdad no es solamente por perder horas de clase, disfruto colaborando, qué se yo, es divertido. Mañana me tengo que quedar hasta las cinco de la tarde en el colegio y no me molesta porque está bueno esto. En fin, los saluda cordialmente la hipócrita agnóstica servicial, Lucie.

jueves, 25 de marzo de 2010

5013



Lucie in the sky with diamonds is breaking down the wall,
But I know, anyway, she'll work it out though.
Lucie in the sky with diamonds says she's happy and fine...but everytime I see her, she's falling down the crowd.
Lucie fells apart from everyone I know, and thinks that life will end, when death becomes the law.
Lucie never cries, she doesn't seem to care.
I wonder when she'll fall and show me where's her hell.

Dibujo y texto hecho por Lara

miércoles, 24 de marzo de 2010

4999

Qué difícil se hace a veces expresar las cosas, volcar un pensamiento en palabras y que los demás entiendan lo que querés decir. Y es más difícil todavía cuando ni siquiera vos sabés bien qué es lo que estás pensando...

domingo, 21 de marzo de 2010

4965

Domingo de mierda. Esto que llaman depresión, la típica depresión de los domingos, se ve influida por los problemas del resto de la semana, se ve influida por el partido de las cinco y media (lo único que hace que no me suicide), el gol de Mareque y el de Nuñez.
Desaparecer por un rato es lo único que quiero, o por unos días. Ganas de nada, dolor muscular, pies fríos, pelo enredado. Es así un domingo, un domingo de fútbol, resaca y responsabilidades, domingo de hacerse la cabeza, de pensar y de comer como bestia. El peor día de la semana, el más triste y aburrido. Es la depresión representada en un día. Domingo...siempre domingo.

sábado, 20 de marzo de 2010

4940

Sin cuál de estas cosas no podrías vivir: ¿la música o los libros?
Eso me preguntó Lara, eso que no supe responder. Las dos cosas más grandes del mundo, las dos cosas más grandes de MI mundo. La música, pensé primero: no puedo vivir sin escuchar música. Pero después pensé..los libros son igual de tentadores. Los libros te sumergen en otra realidad (o fantasía, mejor dicho), te sacan de tu vida un rato para meterte de lleno en una historia. Y la música me llena, la música es esencial también. No sé qué sería de mí sin estas dos cosas. Tampoco sé qué sería de mí sin Lara, que me hace reflexionar SIEMPRE...y más ahora que nos sentamos juntas en el colegio y vivimos filosofando.

jueves, 18 de marzo de 2010

Hernán - Abelardo Castillo - 4906

Me enamoré de Abelardo Castillo. Gracias, profesor de literatura. No sé cómo nunca había leído ningún cuento de él, pero juro que amo como escribe. Leanlo, no sean pajas, es un cuento realmente bueno. Consejo: presten atención a todos los detalles.

Hernán
Me atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiempo y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de ella: la ridícula señorita Eugenia, que un día, con la mano en el pecho, abrió grandes los ojos y salió de clase llevándose para siempre su figura lamentable de profesora de literatura que recitaba largamente a Bécquer y, turbada, omitía ciertos párrafos de los clásicos, y en los últimos tiempos miraba de soslayo a Hernán.
Quiero contarlo ahora, de pronto me dio miedo olvidar esta historia. Pero si yo la olvido nadie podrá recordarla, y es necesario que alguien la recuerde; Hernán, que entre el montón de porquerías hechas en tu vida haya siempre un sitio para ésta de hace mucho, de cuando tenías dieciocho años y eras el alumno más brillante de tu división, el que podía demostrar el Teorema de Pitágoras sin haber mirado el libro o ridiculizar a los pobres diablos como el señor Teodoro o hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia que guardaba violetas aplastadas en las páginas de Rimas y leyendas y olía a alcanfor.
Ella llegó al Colegio Nacional en el último año de mi bachillerato. Entró a clase y desde el principio advertimos aquella cosa extravagante, equívoca, que parecía trascender de sus maneras, de su voz, lo mismo que ese tenue aroma a laurel cuyo origen, fácil de adivinar, era una bolsita colgada sobre su pecho de señorita Eugenia, bajo la blusa. Ella entró en el aula tratando de ocultar, con ademanes extraños, la impresión que le causábamos cuarenta muchachones rígidos, burlonamente rígidos, junto a los bancos, y cualquiera de los cuarenta debía mirar a la altura del hombro para encontrar sus ojos de animalito espantado.
Habló. Dijo algo acerca de que buscaba ser una amiga para nosotros, una amiga mayor, y que la llamáramos señorita Eugenia, simplemente.
Alguien, entonces, en voz alta –lo bastante alta como para que ella bajara los ojos, con un gesto que después me dio lástima–, se asombró mucho de que todavía fuera señorita, yo me asombré mucho de que todavía fuera señorita y los demás rieron, y ella, arreglando nerviosamente los pliegues de su pollera, fue hacia el escritorio. Al levantar los ojos se encontró con todos parados, mirándola. No atinó sino a parpadear y a juntar las manos, como quien espera que le expliquen algo, y cuando torpemente creyó que debía insinuarnos "pueden sentarse", nosotros ya estábamos sentados y ella reparó por primera vez en Hernán. Él se había quedado de pie, tieso, se había quedado de pie él solo. Y en medio del silencio de la clase, dijo:
–Yo –dijo pausadamente– soy Hernán.
Esto fue el primer día. Después pasaron muchos días, y no sé, no recuerdo cómo hizo él para darse cuenta: acaso fue por aquellas miradas furtivas que, al llegar a ciertos párrafos de los clásicos, la señorita Eugenia dirigía hacia su banco, o acaso fue otra cosa.
De todos modos, cuando se lo dijeron ya lo sabía. "Me parece que la vieja...", le dijeron, y Hernán debió fingir un asombro que jamás sintió, puesto que él lo había adivinado desde el comienzo, desde que la vio entrar con sus maneras de pájaro y su cara triste de mujer sola; porque Hernán sabía que ella se inquietaba cuando él, acercándose sin motivo, recitaba la lección en voz baja, íntima, como si la recitara para ella.
–Este Hernán es un degenerado.
Te admiraban, Hernán.
–Pobre vieja, te fijaste: ahora se le da por pintarse.
Porque, de pronto, la señorita Eugenia que leía a Bécquer empezó a pintarse absurdamente los ojos, de un color azulado, y la boca, de pronto comenzó a decir cosas increíbles, cosas vulgares y tremendas acerca de la edad, la edad que cada uno tiene, la de su espíritu, y que ella en el fondo era mucho más juvenil que esas muchachas que andan por ahí, tontamente, con la cabeza loca y lo que es peor –esto lo dijo mirando a Hernán de un modo tan extraño que me dio asco–, lo que es peor, con el corazón vacío.
–A que sí.
Ya no recuerdo con quién fue la apuesta, recuerdo en cambio que pocos días antes del 21 de septiembre surgió, repentina y gratuita, como un lamparón de crueldad.
Y fue aceptada de inmediato, en medio de ese regocijo feroz de los que necesitan embrutecer sus sentimientos a cualquier costo porque después, más adelante, está la vida, que selecciona sólo a los más aptos, a los más fuertes, a los tipos como él, como Hernán, aquel Hernán brillante de dieciocho años que podía demostrar teoremas sin mirar el libro o componer estrofas a la manera de Asunción Silva o apostar que sí, que se atrevería –como realmente se atrevió la tarde en que, apretando como un trofeo aquella cosa, esa especie de escapulario entre los dedos, pasó delante de todos y fue lentamente hacia el pizarrón–, porque los que son como vos, Hernán, nacieron para dañar a los otros, a los que son como la señorita Eugenia.
–A que no.
–Qué apostamos –dijo Hernán, y aseguró que pasaría delante de todos, de los cuarenta, e iría, lentamente, hacia el pizarrón–. Para que aprenda a no ser vieja loca –dijo.
Pero antes de la apuesta habían pasado muchas cosas, y yo ahora necesito recordarlas para que Hernán no las olvide.
Hubo, por ejemplo, lo de las cartas. Siempre supo escribir bien. Desde primer año había venido siendo una suerte de Fénix escolar, fácil, capaz de hacer versos o acumular hipérboles deslumbradoras en un escrito de Historia. Pero aquella primera carta (a la que seguirían otras, ambiguas al principio, luego más precisas, exigentes, hasta que una tarde en el libro que te alcanzó la señorita Eugenia apareció por fin la primera respuesta, escrita con su letra pequeña, redonda, adornada con estrafalarias colitas y círculos sobre la i) fue una obra maestra de maldad.
Yo sé de qué modo, Hernán, con qué prolijo ensañamiento escribiste durante toda una noche aquella primera carta, que yo mismo dejé entre las páginas de las Lecciones de Literatura Americana un segundo antes de que el inequívoco perfume entrase en el aula, ese vaho a laurel cuyo origen era una bolsita blanca, de alcanfor, colgada al cuello de la señorita Eugenia, junto al crucifijo con el que sólo una vez tropezaron unos dedos que no fuesen los de ella.
No respirábamos. Hernán tenía miedo ahora, lo sé, y hasta trató de que ella no tomase el libro.
La mujer, extrañada, levantó el papel que había caído sobre el escritorio, un papel que comenzaba "por favor, lea usted esto", y después de unos segundos se llevó temblando la mano a la cara; pero en los días que siguieron, cuando encontraba sobre el escritorio los papeles doblados en cuatro pliegues, ya no se turbaba, y entonces empezó a decir aquellas insensateces vulgares acerca de la edad, y del amor, hasta que el propio Hernán se asustó un poco. Sí, porque al principio fue como un juego, tortuoso, procaz, pero en algún momento todo se volvió real y, una tarde, estaba hecha la apuesta:
–Delante de todos, en el pizarrón –dijo Hernán.
El Día de los Estudiantes, en el Club Náutico, todos pudieron verlo bailando con la señorita Eugenia. Ella lo miraba. Lo miraba de tal manera que Hernán, aunque por encima de su hombro hizo una mueca significativa a los otros, se sintió molesto.
Tuvo el presentimiento de que todo podía complicarse o, acaso, al oír que ella hablaba de las cosas imposibles ("hay cosas imposibles, Hernán, usted es tan joven que no se da cuenta") pensó que se despreciaba. Pero ese día la apuesta había sido aceptada y uno no podía echarse atrás, aunque tuviera que hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia, que aquella tarde llevaba puesto un inaudito vestido, un jumper, sobre su blusa infaltable de seda blanca.
Por eso, sin pensarlo más, él la invitó a dar un paseo por los astilleros, y los otros, codeándose, vieron cómo la infeliz aquella salía disimuladamente, seguida por su ridículo perfume a alcanfor y seguida por mí, que antes de salir le dije a alguno:
–Prestáme las llaves del coche.
Y me fueron prestadas, con sonrisa cómplice, y cuando yo estaba saliendo, con el estómago revuelto, oí que alguien pronunciaba mi nombre:
–Hernán.
–Qué quieren –pregunté.
Y me dijeron la apuesta, ojo con la apuesta, y yo dije que sí, que me acordaba.
Como me acuerdo de todo lo que ocurrió esa tarde, en los galpones, contra un casco a medio calafatear, y de todo lo que ocurrió al otro día, en el Nacional, cuando ante la admirada perplejidad de cuarenta muchachones yo caminé lentamente hacia el pizarrón apretando entre los dedos esa cosa, esa especie de escapulario, como un trofeo.
Y me acuerdo de la mirada de la señorita Eugenia al entrar en la clase, de sus ojos pintados ridículamente de azul que se abrieron espantados, dolorosos, como de loca, y se clavaron en mí sin comprender, porque ahí, en la pizarra, había quedado colgada, balanceándose todavía, una bolsita blanca de alcanfor.

domingo, 14 de marzo de 2010

4867

Algo se está gestando en mi mente, algo viene. Presiento que es un cuento, muchas frases que resuenan, muchas cosas, sí, eso tiene que ser.

4853

Está todo tan inestable, no estoy segura de nada. El mundo se tambalea y yo me caigo, me estoy cayendo. Y no dejo de caer, no tengo de dónde agarrarme. La duda se apodera totalmente de mí. Reaccioná, me dice una voz, mi voz parece. Pero no puedo, tan insegura de todo, tan segura de todo. Insegura de todo lo que realmente importa, segura de lo superfluo. Pienso y pienso, pero me sigo preocupando y no entiendo, y no sé qué hacer. Incertidumbre total, abierta mi mente para todo, y sigo sin saber.

viernes, 12 de marzo de 2010

4824

Tengo:
Miedo de lo que viene, en dos meses, en cuatro, en un año, en siete años.
Ganas de vivir, de salir, de disfrutar, de aprovechar, de reír, de mirar, de observar.
Tiempo, por ahora, no sé dentro de un par de semanas.
Muchas cosas, pero no me siento completa.
Necesito:
Coraje y valentía.
Más tiempo.
Cosas materiales, muchas.
Encontrar un par de personas necesarias en la vida de uno.
Quiero:
Una sola palabra, deseada por todos y tan difícil de lograr: felicidad.

martes, 9 de marzo de 2010

4793

Hoy estábamos izando la bandera con la típica canción de fondo (que no sé cómo se llama, sinceramente) y de pronto la canción se corta para darle lugar a una estupenda cumbia villera. Así es, la broma de los chicos que egresaron el año pasado llegó cuatro meses tarde, pero llegó. El único inconveniente es que la broma "pesada" que "afectaría la moral de los directivos" (según los egresados) fracasó. Hasta la directora se rió, nadie se sintió "moralmente afectado" ni nada por el estilo. Pero fue realmente gracioso ver como la directora se reía de la supuesta "broma pesada".
Ayer me nombraron en la radio por ser de esas personas menores de edad que salen a bailar a boliches que no se encuentran amparados por la ley, de esos que venden alcohol a menores y en los cuales se tiene sexo desenfrenado públicamente (?) Ahora soy famosa, como Wanda Nara, por tener sexo públicamente y esas cosas.
Por otro lado, estoy harta de ir al colegio (sí, es recién el segundo día) Matemática, Química, Derecho, demasiado para mí.
Mañana voy a ver Alicia después del colegio, espero que esté buena. Supongo que si está el sexy de Johnny va a estar buena.
Sigo siendo feliz, aunque me duele la garganta y esté cansada.

lunes, 8 de marzo de 2010

Back to school - Last year - 4772

Para mi sorpresa, el sábado pasé una excelente noche, el domingo fue un excelente día. Pero quiero destacar el domingo, día totalmente glorioso. En el fútbol no me pudo haber ido mejor, ganó mi equipo, y perdieron todos los que estaban cerca de la punta de la tabla de posiciones, por lo tanto, mi equipo, INDEPENDIENTE, el mejor equipo que existe sobre la tierra (lo amo con el alma), quedó "puntero". Además, Nalbandian en la Davis, haciendo avanzar a Argentina (la amo con el alma). Y, el premio a "El secreto de sus ojos" en la entrega de Oscars. Orgullosísima del país, de tener gente tan capa en lo que hace.
Así que el domingo no fue un típico domingo antes de empezar el colegio, fue un genial domingo, estuve muy contenta y lo sigo estando.
Empecé el colegio: ya tenemos los buzos de egresados, tenemos también biología y particularmente yo, tengo, además de lo anterior, un cagazo tremendo de desaprobar la materia citada anteriormente. Cosas de la vida.
Excelente comienzo del colegio, espero que los días que vienen sigan así de geniales, presiento que va a ser un buen año, pero no quiero ilusionarme, no, no, nunca me fue bien con las ilusiones, por eso mi desconfianza al mundo, por eso mi negación a encasillar las cosas y la gente.
Estoy contenta, estoy feliz, soy feliz.

sábado, 6 de marzo de 2010

4746

Se preguntarán a qué se debe el cambio de nombre del blog. Voy a responder que simplemente necesitaba un cambio. Pensarán que soy tan idiota que necesito un cambio en mi vida y sólo pongo un nombre nuevo a mi blog. Bueno, se equivocan, digo yo anticipándome a sus pensamientos. Voy a hacer un cambio (ya lo hice, en realidad) en mi vida, a nivel general y particularmente también. Estoy pasando por un momento extraño, empiezan las clases, mi último año, se me termina la joda (un poco), anoche fue una pija doblada, y por como me vienen yendo las cosas de mal en peor hoy, presiento que también esta noche va a ser una pija doblada. Simple ecuación, un fin de semana doble pija doblada. Y debo agregar que me siento como el culo, creo que me resfrié, pero igualmente pienso salir hoy, pienso bailar como ayer o tal vez más y pienso divertirme. Espero que mis pensamientos sean mañana un hecho, sean mañana un recuerdo feliz y se justifique el último fin de semana antes de empezar el colegio. Otro tema: me aburre la gente, estoy harta de todos, me aburrieron, en serio. Voy a recluirme en mi habitación hasta que tenga ganas de ser sociable de nuevo. También me pone de mal humor tener zapatos nuevos para estrenar, pero no poder usarlos porque me van a hacer verga los pies y hoy quiero bailar y divertirme. No quiero dolor de pies. No quiero empezar el colegio con los mocasines y ampollas en los pies (no es lo más recomendable). Fin de semana de mierda, lo único que me salvó estos días es la música. Y nunca voy a dejar de agradecerle su posición de amigo incondicional, que me revela a veces verdades, que me levanta el ánimo o me pone triste cuando lo necesito (sí, todos necesitamos estar tristes cada tanto). El amigo que todo el mundo quisiera tener, más incondicional que el mismo Jesucristo (según mamá es el amigo que nunca te abandona, según Lucie es un invento popular).

viernes, 5 de marzo de 2010

4721

Qué feo es cuando alguien muere ¿A dónde se va? ¿Sólo desaparece? Como si nunca hubiese existido. Sólo quedan los recuerdos, tiempos pasados, proyectos a futuro frustrados, sólo queda tristeza y con el tiempo se va yendo, quedan vagos recuerdos y angustia cuando recordamos. ¿Existirá el mundo de los muertos? O tal vez exista la reencarnación. Me angustia mucho pensar qué va a pasar cuando muera, ¿Será como dormir? No eeeeeentiendo, no sé. Me saca.

jueves, 4 de marzo de 2010

4694

El sol ardiente en la cara. Los brazos inmóviles, colgando a los costados. El pelo largo y oscuro, brillo eterno.
La puta madre, ¿puedo ser tan inútil?
Parece que sí.

lunes, 1 de marzo de 2010

Bang, Bang, Shoot, Shoot.

I need a fix 'cause I'm going down
Down to the bits that I
left uptown
I
need a fix cause I'm going down
Mother Superior jumped
the gun
Mother
Superior jumped the gun
Mother Superior
jumped the gun
Mother Superior jumped the gun
Mother Superior jumped the gun
Mother
Superior jumped the gun