El chabón se bajó donde siempre y yo me quedé pensando una semana entera si temblaba o qué carajo le pasaba. El misterio se develó el jueves siguiente cuando, observando desde otra perspectiva, alejada de él y a través de la gente, pude ver cómo le temblaba un brazo. Bajó donde siempre y yo me quedé pensando toda una semana por qué carajo le temblaría el brazo.
La semana siguiente llegué tarde y me perdí el colectivo.
La semana siguiente ya no estaba. Cuando llegué a casa, vi en las noticias que había muerto de sobredosis. No, mentira. La semana siguiente lo ví (hoy) pero no es jueves, qué locura, ¡hoy es miércoles!
El tipo subió donde suele bajar, yo venía desde antes esta vez. Subió y se posicionó parado, al lado mío, agarrado de la manija(? de enfrente de mi cara. Lo inspeccioné y me pareció que me reconoció como la pelotuda que viaja en el colectivo de identidad secreta en el que los dos viajamos.
Al tener la mano tan cerca, me bastó mirarlo de reojo para ver que está casado, y que se acababa de comer una mandarina.
En mi opinión, pocas cosas más copadas que identificar habitués de colectivos y armar perfiles. Yo tenía uno de una señora operadísima que volvía conmigo desde el centro todos los días hace dos años, cuando yo volvía del centro todos los días. Tenía las uñas esculpidas, el pelo teñido de platinado y una hija adolescente. E iba al gimnasio. Y tenía un local de ropa en Once.
ResponderBorrarMe enamoró con que se haya comido una mandarina.
ResponderBorrarmal de parkinson? (o como se escriba)
ResponderBorrarme re comí lo de la sobredosis.Venía leyendo re bien y de pronto todo al piso.que boluda
ResponderBorrarjajaja
Que bajón. Pero que lindas cosas que uno ve a veces en el colectivo.