El chabón se bajó donde siempre y yo me quedé pensando una semana entera si temblaba o qué carajo le pasaba. El misterio se develó el jueves siguiente cuando, observando desde otra perspectiva, alejada de él y a través de la gente, pude ver cómo le temblaba un brazo. Bajó donde siempre y yo me quedé pensando toda una semana por qué carajo le temblaría el brazo.
La semana siguiente llegué tarde y me perdí el colectivo.
La semana siguiente ya no estaba. Cuando llegué a casa, vi en las noticias que había muerto de sobredosis. No, mentira. La semana siguiente lo ví (hoy) pero no es jueves, qué locura, ¡hoy es miércoles!
El tipo subió donde suele bajar, yo venía desde antes esta vez. Subió y se posicionó parado, al lado mío, agarrado de la manija(? de enfrente de mi cara. Lo inspeccioné y me pareció que me reconoció como la pelotuda que viaja en el colectivo de identidad secreta en el que los dos viajamos.
Al tener la mano tan cerca, me bastó mirarlo de reojo para ver que está casado, y que se acababa de comer una mandarina.